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  Esteban Ruiz Díaz Noguera.

14 de diciembre de 2023

 

"Soy lo que mis pies caminan"

La presentación del libro es el jueves 21 de diciembre desde las 17.30 hasta las 20 Hs., en el “Centro de Producción Audiovisual Leonardo Favio". Chacabuco 600, Bernal.

Esteban Ruiz Díaz Noguera.
Tiene 32 años, nació en Paraguay y reside en Argentina desde los 7 años. Vive en el barrio Villa Itatí hace 24 años. Siempre le gusto el arte, particularmente dibujar y escribir.



En la escritura encontró un refugio y una forma de canalizar todo lo que ocurría a su alrededor y en su interior. En los últimos años profesionalizó su trabajo artístico y entendió que nadie se salva solo, que salida es colectiva, ese lo llevó a otra escala de trabajo, mas específicamente a la gestión cultural. Hace algunos años trabaja en el barrio gestionando proyectos de trabajos artísticos comunitarios.  Hoy está a un paso de cumplir un objetivo muy importante para él, que es poder compartir su libro, su historia, su intimidad. Espera poder motivar a otros y otras de su barrio y los barrios en general, a escribir y a canalizar sus sentimientos e historias a través del arte.


  Olga Orozco

13 de noviembre de 2022

 

DÍA PARA NO ESTAR


Vete, día maldito;
guarda bajo tus párpados de yeso la mirada de lobo que me
       olvida mejor;
camina sobre mí con tu paso salvaje, simulando un desierto
       entre el hambre y la sed,
para que todos crean que no estoy,
que soy una señal de adiós sobre las piedras;
cierra de par en par,  lejos de mí, tus fauces sin crueldad
      y sin misericordia,
como si fuera ya la invulnerable,
aquella que sin pena puede probarse ya los gestos de los otros;
y tiéndete a dormir, bajo la ciega lona de los siglos,
el sueño en que me arrojas desde ayer a mañana:
esta escarcha que corre por mi cara.
Aun sí, he de llegar contigo.
Aun así, has de resucitar conmigo entre los muertos.


De "Los Juegos Peligrosos" (1962)



VII



Aún conservas intacta, memoriosa,
la marca de un antiguo sacramento bajo tu paladar:
tu sello de elegida, tu plenilunio oscuro,
la negra sal del negro escarabajo con el que bautizaron tu
      linaje sagrado
y que lleva, sin duda, de peregrinación en peregrinación.
¿Para quién la consigna?
¿Qué te dejaste aquí? ¿qué posesiones?
¿O qué error milenario volviste a corregir?
Ahora llegas caminando hacia atrás como aquellos que vieron.
Llegas retrocediendo hacia las puertas que se alejan con
     alas vagabundas.
Tal vez te asuste la invisible mano con que intentan asirte
o te espante este calco vacío de otra mano que creíste
     encontrar:
Vuelcas el plato y permaneces muda como aquellos que
     vuelven;
como aquellos que saben que la vida es ausencia
     amordazada,
y el silencio,
una boca cosida que simula el olvido.



De "Cantos a Berenice" (1977)



Olga Orozco
(1920-1999) Nació en Toay, La Pampa, Argentina.


Bibliografía

Desde lejos (1946)
Las muertes (1951)
Los juegos peligrosos (1962)
La oscuridad es otro sol (1967)
Museo salvaje (1974)
Cantos a Berenice (1977)
Mutaciones de la realidad (1979)
La noche a la deriva (1984)
En el revés del cielo (1987)
Con esta boca, en este mundo (1994)
También luz es un abismo (1995)
Relámpagos de lo invisible (1997)
Eclipses y fulgores (1998)
Últimos poemas (2009)

Fotografía + info: https://www.cultura.gob.ar/100-anos-de-olga-orozco-8825/

  César Cantoni

9 de enero de 2022

 

CREDO


Entre la razón filosófica
y la razón científica,
elegí la razón poética.



PERSPECTIVA


La Tierra es un planeta oscuro,
un lugar donde caben el hambre, el dolor,
la crueldad, el espanto, la muerte...
En todas partes hay barro,
basura acumulada, podredumbre...
Sin embargo, si pudiéramos mirarla desde el espacio
veríamos que brilla como una estrella.



GÉNESIS 1: 28


Después de la lluvia salen las hormigas,
entran en la cocina, suben a la mesada
y toman por asalto el tarro de azúcar.
Son centenares de legionarias
procurándose el sustento, movidas
por el dictado de la naturaleza.

Ya satisfecho el apetito –y lejos de retirarse–,
las invasoras atraen a nuevas invasoras,
prometiendo extender su dominio por la casa.

Entonces, otro dictado menos instintivo
asume el protagonismo de la escena,
y una ráfaga tóxica de aerosol
barre de cuajo toda razón existencial:
crudo holocausto doméstico                   
sobre el que Dios ya prescribió.



UNA VIEJA PELÍCULA


Anoche, miraba una vieja película por cable.
En un segmento de la misma, la actriz principal
se despojaba completamente de la ropa.

Contrapuesto a la luz de una ventana,
su cuerpo parecía esculpido por un artista
e invitaba a jugar los juegos del deseo.

La película fue filmada hace más de tres décadas.
Hoy, la actriz es una mujer madura,
con algunos problemas de salud.

Duele experimentar, en la confrontación retrospectiva,
cómo los cuerpos se enferman y degradan,
cómo la belleza prescribe, irremediablemente. 

No, no quiero ser impiadoso con la actriz,
pero prefiero recordarla ahora
en su icónica perfección de celuloide.



POÉTICA DEL VIENTO


De pronto, el viento enardece
y todo lo turba alrededor:
menoscaba glorietas y jardines,
derriba árboles centenarios,
hace volar las chapas de los techos,
amontona detritos en las calles,
corta los cables telefónicos,
interrumpe el servicio eléctrico de la ciudad...

Pero el viento es también un elemento poético,
la metáfora preferida de los poetas:
trae y lleva noticias puntualmente,
se hace eco de las campanas,
dialoga, a menudo, con las frondas,
les cuenta cuentos a los niños,
me susurra tu nombre,
dice “adiós” a los que se alejan...

Casi no hay poema sin viento.



EL ÚLTIMO HOMBRE


Cuando la Tierra se deshaga
del último hombre,
le habrá ganado
la batalla a Dios.



César Cantoni (La Plata, 1951) 
(inéditos)


  Magali Saikin

11 de noviembre de 2021

 


Las calles de Varsovia

Las calles de Varsovia me persiguen...
¡Yo no quiero nada con ellas!
Pero sus nombres extraños me atraen,
y yo repito sus sílabas
con un inseguro deleite.

Quizás alguna de mis células
haya estado alguna vez en Varsovia,
habitando sus tristes casas,
caminando el gris de sus calles.

Moho, desolación, sordidez...

El mundo aterrador de Varsovia,
antes del terror del guetto
y del "Umschlagplatz".

El frío húmedo de sus muros,
los ojos hoscos de las calaveras vivientes,
la crudeza de la oscuridad y el hambre...

Las calles de Varsovia me persiguen.
Y me aullan
que no las olvide.


Truffaut

Rozaste con tu último metro
la puerta de mi sótano
donde escondo mis judías vergüenzas
y la impaciencia de mi genio.

Si se resiste con amor,
todo es posible.


Sólo los engreídos

Sólo los engreídos reniegan a la complicidad.
Sólo los débiles renuncian al compromiso.
Sólo los tontos desatienden al amor
que han encontrado después de tanta maleza.


El miedo

El miedo
savia dolorosa
que paraliza raíces
sube por el tallo,
incrustándose en el centro.
Cosquillea las ramas de mi cuerpo
y hace temblar las hojas.

El capullo revienta
en sudor y llanto.

Que poden la rosa
y sangren con su espina.



Magali Saikin
De "Nada está decidido"  - Yara Edition (2013)

Nació en Buenos Aires en 1956. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. En 1980 viajó a Alemania, donde posteriormente inició su formación en psicoterapia conversacional. Vive en Alemania, en la ciudad de Passau, donde obtuvo su doctorado en 2003. Allí trabaja como conferencista, autora y psicoterapeuta.
















  Raquel Fernández

1 de septiembre de 2021

 

BANDERA BLANCA


Siempre pensé que el sexo
era lo opuesto a la muerte.
Por eso tuve mucho sexo en mi vida.
No por amor.
No por placer.
No por perpetuar la especie
(aunque me hubiera gustado hacerlo
antes de que la humanidad
diera un paso irrevocable hacia el horror de la autoconciencia,
cuando morir era apenas quedarse inmóvil un instante
en el olfato ajeno
y volver a la tierra sin ceremonias inútiles).

En mi vida el sexo un ofició como un talismán.
Una piedra preciosa de efecto apotropaico.
Un hechizo para mantener el final a raya.
Las piernas de mis amantes fueron
el marco de la puerta de una vieja casa de adobe y sudor
donde me resguardé del terremoto de la muerte.
Quizás por eso son sus piernas
lo único que me quedó de ellos.

Podría decir que el sexo
me regaló una victoria a medias:
ya soy demasiado vieja para morir joven.
Pero también soy demasiado vieja
para tener sexo todos los días
Supongo que llegó el momento de darme por vencida.
El momento de escribir un testamento idiota
y decidir (con nostalgia, con malicia, con arrepentimiento)
a quién le dejo las piernas que no pude amar ni desear.
A quién le dejo el miedo.



CREMA DEL CIELO


Siempre me pregunto
y pregunto
de qué está hecha la crema del cielo.
“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me responden invariablemente los interrogados,
poniendo cara de “tan grande y tan pavota”.
Por supuesto,
semejante respuesta no me satisface.
Me gustan los misterios
y paso de las resoluciones obvias,
por lógicas que parezcan.

La crema del cielo tiene que estar hecha de otra cosa.
Algo maravilloso que justifique
un nombre tan prometedor.
Un ingrediente secreto,
una pizca de nube,
una gota de Dios,
no sé cuántos gramos de las veredas pisadas en la infancia
después de que lloviera al este y al oeste
y el brujo viento quedara retratado en las baldosas
con un puñado de flores de jacarandá.

“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me repiten mis parientes y amigos,
que suponen que mi cabeza es una casa tomada
por esa loca llamada Fantasía
y que no tengo remedio,
aunque insistan en llenarme los bolsillos de recetas
y la mesita de luz
de cajitas con pastillas de todos los colores.
No.
De todos los colores no.
Celeste no hay ninguna.

¿De qué está hecha la crema del cielo?
Yo, por las dudas, no la probé nunca.
A ver si todavía mis parientes y amigos tienen razón.

Odio dar el brazo a torcer.
Odio la crema de vainilla.



IRSE


Aquel novio que tuve,
el que murió a los veintidós,
decía que los objetos
no tenían durar más que las personas.
Por eso, después de cada uno de nuestros brindis,
rompía las copas con una feroz alegría adolescente
que a mí me indignaba.
No eran cristales de Bohemia, claro.
Pero eran copas lindas.
(Él ni siquiera habrá imaginado
la cantidad de cosas fútiles
que iban a sobrevivirlo:
platos, tazas, portarretratos,
recuerdos de las vacaciones en Mar de Ajó).

Yo pienso que las personas no deberíamos durar
más que el amor.
Que deberíamos irnos antes de que desnudarse
se convierta en un acto mecánico,
como barrer la cocina o darle de comer al perro.
Antes de que nuestra desnudez
deje ser en los ojos del otro
un salto de resplandor,
la declaración de guerra de un faro rebelde
que ilumina
el camino a seguir para que los cuerpos se estrellen
contra la tormenta del deseo.

Yo creo que deberíamos irnos
antes de que se apolillen los confites.



Raquel Fernández

Nació en Avellaneda, en 1967. Recibió más de cien premios nacionales por su actividad poética, otorgados por prestigiosas instituciones. A estos logros se le suman otros obtenidos en España, EEUU, Italia, Chile y Perú. Es autora de los poemarios “Ojos que miran el cielo”, “Revelaciones”, “Todos los hombres que me amaron”, “Hermano”, “La antigua enfermedad del otoño”, “Cierta condición nocturna”, “Como nosotros”, “Once upon a time”, “Interrumpidas”, “Pretty in Pink”, “Goodbye, Norma Jeane”, “Un rayo a tiempo” y “Enaguas de encaje rotas”. En 2015 fue nombrada Personalidad Destacada de la Ciudad de Avellaneda por el Honorable Concejo Deliberante de dicha ciudad. En 2019 recibió una distinción como Vecina Destacada por el su aporte cultural a la ciudad de Avellaneda otorgada por la Secretaria de Cultura, Educación y Promoción de las Artes del municipio.


  Germán Mastellone

16 de agosto de 2021

 


HAROLDANTE  DE  CONTINUIDAD


Alrededor de la jaula de tu corazón está el mío

buscándote en el sudeste de la bruma

y en esta vida borrosa,

sigo limando los barrotes

para que salgas nuevamente

a escribir el mundo

el que te quitaron a balazos

y devolverte para siempre

los libros, la isla, el barco, el campo

las tardes en el Tigre

los amaneceres de Chacabuco

pero te recupero como relámpago

de aquella derrota ahora victoriosa

porque la gloria y la bandera,

la lucha, el río y el fusil

están intactos

y ahora se elevan con tu nombre.


Bernal, 06 de junio de 2015
Haroldo Conti presente




APROXIMACIÓN A LA MASMÉDULA

A Oliverio Girondo

Giro hondo y veo

la prehistoria de las negaciones

no es ética ni geografía

es la ciudad irreductible

es un poco la soledad de las cenizas

que dejaron los tranvías que no están

los faroles que se fueron

a iluminar otras galaxias.

Giro hondo hacia el plasma

del solsticio

y veo cómo te adelantaste

cinco siglos a la explosión de la palabra

y más allá de la médula incandescente

hay una patria, un giroscopio azul

casi rojo de tan negro

apariciones olivéricas que danzan

en el rocío de la intimidad de la magnolia

y se encriptan para vivir dentro de las piedras

y en el vientre de las orugas

o en las rompiente de los mares

donde oblicuamente

se desgarran, se buscan y se entregan

para el resplandeciente final

del otoño de la sangre

casi negro de tan rojo.


_____________________________________


Escribo Violeta Parra

y me pongo de pie


Escribo Violeta Parra

Y de pie aplaudo

hasta que sangran mis manos


Escribo Violeta Parra

y con mis manos sangrantes

dibujo un corazón en el cielo

de los oprimidos


Escribo Violeta Parra

y las letras de su nombre

se vuelven mariposas

libertarias

y una tormenta de alas de colores

libera desde el cielo a los condenados

quita la sed de los sedientos

solamente cuando escribo

Violeta Parra.


Buenos Aires, 23 de noviembre de 2012



DESPELOTUDIZACIÓN  DEL  HAYKUS


TRES HAYKUS OCCIDENTALES DE ARROPE ENSANGRENTADO


HAYKUS CARENUM


Reprimían y repartían palos

en la plaza

que bello machete

el viento mecía la sangre

como un junco débil



HAYKUS DEFRUTUM


El policía que pegaba

pertenece a la misma aldea

del combatiente

los sojeros se reían en sus mesas

de raíz de nogal.



HAYKUS MOSTUN


Salieron a cazar inocentes

la sangre del pueblo

estaba regada en la calles

la ciudad incendiada

el latifundio en su sitio.


Buenos Aires, 15 de diciembre de 2017
Saqueo parlamentario a jubilados.



Germán  Mastellone
De "Trepanaciones y Otros Laberintos Terrestres" 


Nació en Avellaneda, Provincia de  Buenos Aires,  Argentina,  el 15 de julio de 1964, estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires. Participó en la creación del grupo arte en la calle en los años 80, de pintura y poesía en la ciudad Lanús. Es autor del libro de poemas  “Antología Fundamental Inconclusa”,  “Trepanaciones y Otros Laberintos Terrestres”,  “Iladiun Ilidiun o  el Desamor  de Mogrague”  “Extraído del Azar Tardío Expulsado del Sistema Solar”. En la actualidad vive en la ciudad de Bernal  (Provincia de Buenos Aires).




  Fernando Aramburu

22 de junio de 2021

MI ALMA Y MI PERRO


















En este armario guardo mi alma. Entre camisas y pantalones cuelga, limpia y planchada, de su percha. Por tratarse de una prenda valiosa la llevo conmigo solamente en ocasiones especiales. Un alma es para toda la vida. Un alma no se arregla. Si se rompe, no hay otra.
       Por eso la reservo para cuando voy a sitios adonde no se debe ir sin alma. Cuando voy al poema, por ejemplo. Cuando acerco el olfato a una flor aromática o cuando, al azar la copa de buen vino, dirijo unos instantes la mirada a los colores de la tarde.
       De niño, en cambio, no iba sin mi alma a ningún lado. Ni para dormir me la quitaba. La echaba a volar junto a los ángeles que surcaban en bandada el cielo de mi infancia. Me complacía columpiarme con ella en las campanas. Y, al caer la noche, se la enseñaba a Dios, que de tanto conversar conmigo me parecía un miembro más de mi familia.
       El caso es que ya no salgo casi nunca con el alma a la calle. Se me hace que la gente, al verme, lo va a saber todo de mí. O que el viento y la lluvia me la podrían arruinar. Los ángeles, mientras tanto, emigraron lejos, a otras infancias, y Dios murió como mueren todos los abuelos entre dos crepúsculos.
       Eso sí, cuando me pongo el alma gano en dimensiones. Me revisto de una atmósfera que me hace más brillante que mi perro. Soy de pronto transparente. Soy un depósito de resplandores: Soy espiritual. Ataviado con mi alma, me prolongo en altura; alcanzo mayor profundidad y me dilato, en fin, en todas direcciones hasta dejar atrás la última estrella transitoria.
       Pero luego, al borde de la eternidad, me cruzo con la mirada de mi perro, sentado y melancólico cerca de la puerta con su alma peluda de perro, y no sé qué me da dejarlo allí solo, abandonado a las horas polvorientas, sin nadie que le hable ni le ponga la comida. Vuelvo entonces sobre mis pasos y hasta la saliva me sabe a amistad. Restituida a la percha del armario la ingrávida envoltura, me visto mis humildes y carnales pingos de diario, acaricio al perro, lo saco a pasear.

 

Fernando Aramburu
España, San Sebastián (1959). Es un escritor, traductor y profesor español.
Desde 1985 reside en Alemania.